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Policrisis del Régimen del 78 (IV)

Policrisis del Régimen del 78 (IV)
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· La endeblez de la economía española actual no es coyuntural sino estructural, resultado de la pérdida de soberanía efectiva, de la configuración y deriva corrupta del sistema político e institucional y de la ausencia de una planificación y autonomía estratégica

By Pablo Sanz Bayón
lunes 23 de octubre de 2023, 10:49h
Ejemplos de la preocupante situación estructural de España pueden observarse atendiendo a varios indicadores y métricas recientes. Resulta ilustrativo comprobar, con datos de la OCDE, que España figura a la cola de esta organización en satisfacción con el funcionamiento de la democracia (por debajo de 4 puntos sobre 10), sólo superando a cuatro países con un pasado comunista (Eslovenia, Eslovaquia, Croacia y Polonia). Además, España ha perdido dos posiciones en el Índice sobre el Estado de Derecho en el mundo del 2022, publicado por la organización World Justice Project. España se sitúa por detrás de Corea del Sur, la República Checa, Francia y China. En relación con la ausencia de corrupción, España empeora dos posiciones, lo mismo que sucede con la ejecución normativa.

En cuanto a su nivel de democracia, España también desciende desde 2018 según los rankings de The Economist y Freedom House. En el primero, España cae tanto en puntuación como en la posición en la clasificación, y en el segundo, en puntuación total, concretamente, cuatro puntos en los últimos cinco años en el ranking que tiene en cuenta los indicadores democráticos. Ello contrasta con lo desinformado por el gobierno actual, como incluso llegó a ser denunciado como engañoso por el aparato oficialista Newtral (27 de marzo de 2023).

Asimismo, según el Índice de Percepción de la Corrupción de 2022, elaborado por Transparencia Internacional, que clasifica a 180 países según sus niveles percibidos de corrupción en el sector público (a través de datos obtenidos de 13 fuentes expertas externas), España empeora por segundo año y se sitúa al mismo nivel que Botsuana y Cabo Verde, y por debajo de Bután y Catar. Desde que gobierna Sánchez, ha descendido cuatro posiciones. Además, España desciende cuatro puestos en la Clasificación Mundial de la Libertad de Prensa (2023), que publica Reporteros Sin Fronteras, cayendo del puesto 32 de la edición anterior al actual 36.

El posicionamiento exterior y proyección geopolítica de España también expresa su creciente debilidad. En el ranking Soft Power Index 2023, de la consultora Brand Finance, España ha experimentado el descenso de un puesto, del 11º al 12º, y en particular, en el Índice de influencia, ha caído dos puestos, del 11º al 13º. El ejército español baja de posición según el estudio de Global Fire Power 2023, que tiene en cuenta más de 60 factores individuales para determinar la puntuación de PowerIndex.

La principal razón de todo esto la podemos situar en que el Régimen del 78 ha carecido de estadistas, de una clase dirigente a la altura de las circunstancias y con visión profunda y a largo plazo. En la partitocracia que estoicamente soportamos han prosperado y abundado los oportunistas, mediocres y sectarios. Pigmeos morales y cortoplacistas rodeados de acólitos y palmeros. Las disfuncionalidades de nuestro marco institucional, la falta de cohesión territorial, de seguridad jurídica y de estabilidad política redundan lógicamente en la creciente desafección de la ciudadanía hacia la clase dirigente y sus representantes.

Por consiguiente, no puede extrañar que esta crisis sociopolítica de España se refleje en una pérdida de potencial como país. De hecho, según los datos del Banco Mundial, el PIB per cápita español solo ha crecido el 5,7% en el periodo 2001-2021, por contraste con el 15,6% en la Eurozona y del 22,6% en la EU.

La estructura económica cimentada al albur del Régimen del 78 hace de España, según Eurostat, el país líder en tasa de paro de la UE, doblando la media europea y situado por encima de Grecia. En paro juvenil España también sigue siendo “líder”, con una cifra que asciende al 27,4% de los jóvenes españoles, frente al 13,8% de media de la zona euro o el 14,1% de la UE. World of Statistics, en su clasificación de países con la tasa de desempleo entre menores de 25 años, pone a España en el tercer peor puesto. Solamente Sudáfrica y Nigeria, dos países africanos, tienen peores datos.

La pésima clase política al frente del Estado es sorda ante los avisos y advertencias de personalidades que realmente han diagnosticado las múltiples deficiencias que se derivan de esta interrelación entre política y economía, como por ejemplo ha examinado profusamente Jesús Fernández-Villaverde en su trabajo: “Liderazgo, eficiencia económica y calidad democrática en España. ¿Qué queremos ser en el escenario global que se está conformando?” (Fundación Rafael del Pino, 2022).

La endeblez a la que nos referimos de la actual estructura socioeconómica de España se plasma en desequilibrios sociológicos y demográficos que a su vez retroalimentan la crisis institucional y política, que, en última instancia, se plasma en graves desequilibrios de índole financiero. La perspectiva sombría sobre las finanzas públicas y la dependencia del crédito exterior, invita a pensar que se volverá a hablar mucho de la “prima de riesgo”, que será la antesala de los recortes. Llegado ese momento, como ya experimentamos entre 2009 y 2012, muchos fondos y bancos de inversión extranjeros, sobre todo angloamericanos, se lucrarán a costa de España, debido a la irresponsable clase política que ha expuesto a España a una mayor vulnerabilidad.

Si no se acometen reformas urgentes, estructurales, y la sociedad en su conjunto no se dispone a afrontarlas colectivamente, los ajustes que se tendrán que acometer en servicios públicos, pensiones y subsidios, y posiblemente en todas las nóminas públicas, estarán servidos más pronto que tarde. ¿Queremos un futuro como Grecia o Argentina?

En el caso de la Seguridad Social, pilar fundamental del Estado del Bienestar, huelga decir que, si se hubieran efectuado a tiempo las reformas necesarias, éstas serían más livianas y llevaderas para todos (trabajadores y pensionistas) e incluso imperceptibles. Pero como es un sistema de reparto, los que pudieron y no exigieron las reformas en su momento (los boomers) tampoco sufrirán los ajustes draconianos que se vienen. Serán las generaciones siguientes quienes los experimenten, con pensiones futuras menguantes y bases de cotización más altas, que no es sino otro impuesto al trabajo, añadido al de la fiscalidad progresiva, que también grava y desincentiva al trabajador más productivo por el mero hecho “imponible” de trabajar producir más y mejor. Esta dinámica ya tuvimos ocasión de analizarla en un trabajo de hace casi diez años: Sanz Bayón, P., “Una aproximación crítica al problema de la acción colectiva en los movimientos sociales de España”, publicado en el libro colectivo España: razones para la esperanza (2014).

El problema de fondo del Régimen del 78 y de la partitocracia tolerada por sus súbditos es la falta de planificación, y esto a su vez, es consecuencia tanto de la falta de sentido de Estado, como de la falta de estadistas, es decir, de dirigentes capaces de tomar decisiones pensando en el largo plazo y no en la demoscopia electoralista. El Régimen del 78 ha demostrado una gran resistencia al cambio de sus estructuras e inercias, por no hablar de la incapacidad de transformar y adaptar su estructura económica, que sigue extremadamente dependiente del turismo, hostelería, ocio y restauración. Ningún gobierno ha realizado una apuesta decidida por la ciencia e I+D+i. Eso supondría mirar en el largo plazo, en un retorno positivo que no se obtiene en una legislatura, ni en dos.

Si no se hacen reformas para dinamizar la economía y de esa manera dar garantías a los prestamistas externos, el Estado español acabará abocado a una solución a la griega, próximo al default y quizá la reaparición de la Troika (incluyendo al Fondo Monetario Internacional) con mesas permanentes en algunos despachos de Madrid, provocando a buen seguro la intervención de facto del Estado. Una vez defenestrado el gobierno, la calle se calentará y volverá a ser tomada por la izquierda caniche, que se “indignará” al culpar de la situación a los procesos de mercado, bastante lógicos en términos matemáticos porque los pasivos de muchas empresas insolventes no podrán ser refinanciados y estarán abocadas a suspender pagos, despedir y reorganizar a una parte de la plantilla y a liquidar sus activos a precio de saldo.

De momento, mientras nos acercamos progresivamente a ese escenario de siniestro, una mayoría prefiere aplaudir fervientemente a un gobierno cuya pésima gestión antes, durante y después de la pandemia, ha empobrecido aún más a la población y ha dificultado la actividad empresarial y la iniciativa emprendedora, única posibilidad de regenerar el tejido productivo. Que no haya un atisbo de reacción en el seno de la sociedad civil tiene que ver, principalmente, a su captura por la partitocracia.

El andamiaje del Régimen del 78, su piedra de bóveda, es la ley electoral, con estructuras de listas cerradas y bloqueadas, y su propio sistema de financiación y cooptación, opaco y mafioso, que se canaliza a través de densas redes clientelares y territoriales, al amparo de la descentralización autonómica. Un sistema que premia la centrifugación de la soberanía, alentando privilegios, cotos privados e identitarismos periféricos, henchidos de victimismos atávicos y para los que el Estado Autonómico siempre será insuficiente.

Evidentemente, como a La Moncloa se llega desde la carrera de San Jerónimo, las minorías más desleales y taimadas -las oligarquías vascas y catalanas- son las que le ponen los deberes al futuro inquilino, para que al pisar la moqueta palaciega pase por caja cada vez que sea necesario, como sucedió con González, Aznar y ZP, pero también con Rajoy y Sánchez. Tras la teatralización parlamentaria, la llave de la Moncloa y los designios de España quedan en manos de sinarquías xenófobas como ERC, Junts, PNV (los “recoge-nueces”) y partidos filoetarras como Bildu, y por supuesto, de la bancocracia que financia los estipendios electorales y que refinancia las juergas sistémicas de Ferraz y Génova.

Lo que estamos asistiendo estos días con la posible reedición del gobierno de Sánchez es tan sólo el último eslabón de una cadena de cesiones y chantajes, inexplicable sin comprender el engranaje de la partitocracia padecida por España en las últimas décadas, y que se está consumando con el indulto y amnistía de los secesionistas, la rebaja del delito de prevaricación, la politización total del Tribunal Constitucional y el mercadillo presupuestario que corroe la unidad e integridad de la nación y de sus finanzas públicas, junto a la descoordinación y falta de cohesión que suponen los 17 sistemas educativos y sanitarios.

Este conjunto de problemas no sería tan grave si al menos una considerable parte de la sociedad actuara con sentido de responsabilidad y fuera capaz de despertarse, activarse, movilizarse y expresar un sentir patriótico (que no patriotero). Tampoco nada asegura que una vez se tuerza el rumbo económico, vuelvan a sucederse episodios psicóticos e histéricos en Cataluña, recurrentes cuando la oligarquía catalanista pretende encubrir su negligencia e impericia. Quizá también se agrave las neurosis obsesivas que se forman desde algunas izquierdas y derechas con ciertas temáticas, que generan enconamientos maniqueístas y estériles a la par que grotescos en un contexto donde lo que se juega es la pervivencia no sólo de un modelo de convivencia y bienestar social (que ha funcionado en los últimos años gracias al crecimiento de la deuda pública) sino de España como entidad nacional e histórica.

Por todo lo anterior, puede concluirse que la policrisis española, y la de su sistema político, el Régimen del 78, aunque comparte elementos comunes con la de otros países de nuestro entorno europeo -o si se quiere de Occidente-, es también particular, por la intensidad de la acelerada pérdida de su soberanía efectiva. Una decadencia general, agravada en las últimas décadas, que trae causa de la degradación institucional, de la falta de cohesión territorial, de la corrupción administrativa, del declive demográfico, de la insostenibilidad financiera y de la pérdida de la calidad educativa, que en su conjunto dibujan un cuadro bastante desolador y muy poco prometedor, sobre todo para las jóvenes generaciones.

Antes de plantear soluciones para mejorar España y planificar las reformas pensando en el largo plazo, hay que identificar, definir y diagnosticar adecuadamente los problemas, como invité a hacer en Momento y encrucijada de España (Ediciones Atlantis, 2020). Es más necesario que nunca despejar las causas y examinar la “policrisis” del Régimen del 78, desde su génesis y configuración. Una función a la que este escrito, dividido en cuatro entregas, ha querido modestamente contribuir.


* La primera parte: “Policrisis del Régimen del 78 (I)” (El Mundo Financiero, 13 de octubre de 2023)

https://www.elmundofinanciero.com/noticia/112621/sociedad/policrisis-del-regimen-del-78-i.html

* La segunda parte: “Policrisis del Régimen del 78 (II)” (El Mundo Financiero, 15 de octubre de 2023)

https://www.elmundofinanciero.com/noticia/112648/sociedad/policrisis-del-regimen-del-78-ii.html

* La tercera parte: “Policrisis del Régimen del 78 (III)” (El Mundo Financiero, 19 de octubre de 2023)

https://www.elmundofinanciero.com/noticia/112726/sociedad/policrisis-del-regimen-del-78-iii.html

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